Fibromas
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FIBROMAS
Los fibromas uterinos, también conocidos como miomas, son tumores benignos, no cancerosos, que se generan dentro de las paredes del útero. Su tamaño y la cantidad en que se presentan son muy variados, tan minúsculos como un grano de arroz y tan grandes como una toronja; así como sólo ser uno varios.
Los fibromas usualmente aparecen durante la etapa fértil de una mujer, es decir, después de la adolescencia y antes de la menopausia.
Según su ubicación, los fibromas se clasifican en tres grupos:
- Fibromas submucosos, que crecen hacia el interior de la cavidad uterina.
- Fibromas intramurales, que crecen dentro de las paredes del útero.
- Fibromas subserosos, que crecen hacia afuera del útero.
Aunque no se conocen las causas por las cuales una mujer desarrolla fibromas, algunos factores de riesgo son tener entre 30 y 50 años, que sean hereditarios, padecer obesidad o ser de raza negra. Al estar sujetos a la acción del estrógeno y la progesterona, después de la menopausia, cuando los niveles de estas hormonas tienden a descender, los fibromas suelen reducir su tamaño.
En la mayoría de los casos, los fibromas no presentan síntomas y se descubren accidentalmente en un examen ginecológico o a través de un ultrasonido.
En otros casos los fibromas pueden manifestarse con los siguientes síntomas:
- Menorragia (sangrado menstrual copioso y prolongado) y acompañado con cólicos intensos.
- Sensación de presión o pesadez en el área pélvica.
- Crecimiento del bajo vientre.
- Necesidad frecuente o dificultad para orinar o estreñimiento.
- Dolor en la espalda baja.
Normalmente los fibromas uterinos no representan ningún peligro, sin embargo, en ocasiones la pérdida frecuente y abundante de sangre por la menorragia puede ocasionar anemia. Además, los fibromas submucosos pueden dificultar el embarazo o provocar ciertas complicaciones durante el mismo, así como desprendimiento prematuro de la placenta, retraso del crecimiento intrauterino y parto prematuro.
El diagnóstico se realiza a través de un examen pélvico de rutina y se confirma con estudios como ultrasonidos, resonancias magnéticas, radiografías, tomografías u otros más especializados.
El tratamiento a seguir va de acuerdo a las características de cada caso, y pueden incluir medicamentos o distintos tipos de cirugía de acuerdo a lo que el médico señale.